martes, 7 de febrero de 2023

HOMENAJE A JULIO FLÓREZ




Hablar de Julio Flórez, para mí, es como hacer un viaje al pasado: es volver a las escuelitas rurales en las cuales mi madre enseñaba, atisbar sus libros de poesía o escucharla recitar; son los centros literarios y las izadas de bandera en el colegio o las noches de tertulia en la universidad; es oír en la "rocola" de algún café o cantina de pueblo la voz de Julio Jaramillo cantando… Oye bajo las ruinas de mis pasiones en el fondo de esta alma que ya no alegras, entre polvo de ensueños y de ilusiones brotan entumecidas mis flores negras; o también escuchar al bohemio empedernido declamando alguno de sus poemas a cambio de un vaso del santo sorbo… ¡Oh, Señor... y qué frágiles nacimos! ¡Y qué variables somos y seremos! ¡Si la tumba está lejos... la pedimos! ¡Pero si cerca está... no la queremos!

En conclusión, de alguna u otra manera, por allá en mi niñez y juventud siempre estuvo presente la poesía de Julio Flórez. Tal vez, por ese motivo escribo como escribo y canto como canto, algo de esa poesía y de ese lírico romanticismo habita en mí, palpita en mi pecho e inspira mi constante soñar.

Julio Flórez Roa, fue un verdadero poeta popular, logró que su poesía calara hondamente en el alma de todo un pueblo, haciendo que sus versos los cantaran o recitaran miles de compatriotas, que hallaron en ellos la sencilla expresión de sus anhelos y frustraciones, de sus sentimientos y emociones.

Quienes lo conocieron dejaron constancia de que fue un bohemio de largas noches, abrigado siempre por un negro gabán, la frente en alto y la mirada soñadora, andando taciturno a pasos lentos por todos los suburbios de Bogotá. Su inclinación hacia lo sombrío brotaba de sus venas, de su vital angustia, no era una postura; pues si algo hay que abonarle a la poesía de Julio Flórez es su profunda sinceridad, esa que nace de un mundo poblado de angustias donde la felicidad es una quimera, esa que lo lleva a expresar en forma profunda su dolor de ser humano y lo absurdo de la existencia con el arte de lo romántico y de lo triste. 

Su destino de poeta lo induce a cantar a las desgracias humanas, al amor no correspondido, a la desolación de la noche y al rondar incesante de la muerte. Algo se muere en mí todos los días, ya poco o nada de mi gloria queda... diría cuando sintió que se estaba retrasando, que llegaba la hora del retiro.


A JULIO FLÓREZ
(EN EL CENTENARIO DE SU MUERTE)

Taciturno e insomne luciendo altiva frente
y singular estampa, va de ronda el poeta,
pasea su amargura con actitud discreta
por sórdidas callejas, serena y lentamente.

La hermosa luna llena cual estrella fulgente
compañía le ofrece, gentil dama coqueta,
mientras acuna el vate su percepción secreta
de la desgracia humana, de la parca latente.

Algo se va muriendo tras las noches sombrías
e imperan en su entraña fatales sinsabores,
no hay amor delirante, ni sueños ni alegrías.

Ebullen en su pecho profundos estertores
y siente los embates de lentas agonías:
dispuesta ya la fosa... negrecidas las flores.


Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche


Julio Flórez Roa, el último de los Poetas Románticos de Colombia, nació en Chiquinquirá, Boyacá, el 22 de mayo de 1867 y murió en Usiacurí, Atlántico, el 7 de febrero de 1923.

Mi foto
Simplemente, un bohemio soñador. Hacedor de versos, creador de canciones e inventor de historias. Paz de Río (Boyacá) Colombia, 23 de abril de 1952.